martes, 28 de febrero de 2012

MACRI Y "SUS" CARNAVALES

Se nos ocurre que el adinerado jefe de gobierno porteño Mauricio Macri gusta de los carnavales en Río, luego de los de Corrientes y Gualeguaychú. Y que ha pensado que los "carnavales" porteños tenían que ser "para los pobres", cortando avenidas en 35 lugares claves de la ciudad capital, montando escenarios y sin comparsas. Raro carnaval pensado para esta sufrida ciudad.
Quienes vivimos cerca de Callao y Corrientes hemos sufridos estos carnavales macristas. Nada de comparsas como tales, nada de carruajes alegóricos, nada de nada. Solo pequeños grupos de chicos con estandartes muy pobretones y bombistas de cancha de fútbol para "alegrarnos" los sábados de carnaval hasta las 2 de la mañana. Eso sí, la reglamentación se cumplió a rajatabla.
Sin tener en cuenta, también es cierto, que hay decibeles soportables para el oído humano y otros que no lo son. Es el caso de los bombistas: golpear los bombos a lo loco, sin pasión y sin pudor, con furia, no es música de carnaval. Ni siquiera es ritmo, éste tiene una serie de coordenadas internas que deben cumplirse. Es lisa y llanamente ruido que Macri no debió tener en la puerta de su casa. Por eso tuvo la brillante idea de "devolvernos" un carnaval que la ciudad de Buenos Aires nunca tuvo. Si fue para congraciarse con los vecinos, que no lo volveremos a votar, perdió una buena chance.
Debió llamar a una consulta popular que se hace sin costos: un buzón en la puerta de la jefatura porteña donde los ciudadanos pudiésemos haber dejado nuestra complacencia o todo lo contrario.
Hay una clara discriminación entre los barrios por parte de Macri y su gente: los del Norte y Palermo Chico, tal vez ahora Puerto Madero, tienen más chances de lograr limpieza y espectáculos acordes, si es que lo permiten, que los que vivimos en otros barrios porque a Macri no le importamos. Macri, luego de lo que hizo con el teatro Colón, aunque veamos su auditorio resplandeciente, no debiera seguir gobernándonos. Macri entiende un gobierno para pocos, los ricos como él, y al resto de los porteños nos mandan al tacho de la basura. Sus carnavales fueron eso: un montón de basura, ruidos y nada de comparsas. Quienes fueron llamados, tuvieron voluntad de hacer algo pero, sin arte, no se va a ningún lado, porque el arte popular, es bueno recordarlo, también tiene normas que hay que cumplir.
Tal vez, le guste autoflagelarse y que lo odiemos. Todo lo contrario al sentir del ser humano que suele buscar que lo amen, como sea, pero que lo amen. Raro, muy raro.