domingo, 30 de marzo de 2014

"AL FINAL DEL ARCOIRIS", TEATRO APOLO, CRÍTICA



AL FINAL DEL ARCOIRIS
Del inglés Peter Quilter. Con Karina K, Antonio Grimau, Federico Amador, Víctor Malagrino, y dirección musical de Alberto Favero. Rubros técnicos: trío de jazz de Alberto Favero. Escenografía de Héctor Calmet. Iluminación de David Seldes, Vestuadio de Pablo Bataglia. Dirección general Ricky Pashkus.
BIOPIC DE JUDY GARLAND DIGNA DE BROADWAY
Con inusual delicadeza y profundidad, “Al final del arcoíris” nos muestra los últimos años de Judy Garland que transcurrieron entre excesos de todo tipo, la relación con su último marido, Mickey Deans, y la compañía de Anthony, personaje que resume en sí a los músicos que estuvieron junto a la estrella hasta el final.
Once números musicales de melodías famosas pero que, curiosamente, no vamos a recordar al final de la obra, quiebran el clima de exceso y drama personal de Judy Garland. Para eso, la obra del inglés Peter Quilter se vale de una escenografía funcional: en segundos, el cuarto del hotel se transforma en un escenario con luces de “neón” destellando el nombre “Judy”. Y allí está ella, encarnada por una potente Karina K, una de las grandes voces nacionales.
Antonio Grimau como “Anthony” es el pianista sensible representando a la comunidad gay que adoraba a Garland (en el film “El mago de Oz”, dicha comunidad encontró simbología gay convirtiendo a Judy Garland en su ícono en años de gran incomprensión e intolerancia); Grimau dota de gran calidez y seducción a su personaje, atento a los desmanes de Judy, a la conducta sinuosa de Deans, preocupado por su adicción, y hasta enamorándose de esa mujer puro nervio y talento (hay un sketch de un beso que conmueve). Es un “Anthony” querible, simpático, con momentos de diálogos profundos y de puro disfrute.
Federico Amador nos sorprendió por su calidad y seguridad actoral dándole temperamento a Mickey Deans. ¿Bueno, malo, aprovechado, tolerante? El espectador deberá resolverlo. Amador, popular por sus personajes en televisión, tiene presencia escénica fuerte. Pisa como se debe.
Karina K es el centro de la obra, en ella descansa el peso del protagonismo y, en definitiva, la relación del resto de los personajes. Vastamente conocida y siempre aplaudida de pie, su “Judy” tiene la potencia de su voz, con esos finales alargados y fuertes en cada canción, aunque una pizca de profundidad en ciertas situaciones de humor mejorarían su gran performance.
Y, detrás pero de pronto en primer plano, aparece el maestro Alberto Favero junto a su trío (Alberto Puertas en contrabajo y Quintini Cinalli en batería), gran maestro de música. Su riqueza como intérprete es un plus invalorable para esta obra, que no es un musical pero tampoco deja de serlo.
Víctor Malagrino compone al locutor, el presentador, el periodista, logrando en cada situación el “physic du rol” perfecto, atinado. Se multiplica con habilidad y talento y es el personaje pivot de varios momentos. Los rubros técnicos son inmejorables: la escenografía tiene delicadeza y calidad, la iluminación es perfecta, el sonido también, como el vestuario, acomodado a los exigentes cambios que impone la obra. Nos quedan unas líneas para Ricky Pashkus en la dirección, que maneja los hilos de estos cuatro personajes así como la inclusión de los shows de Garland con maestría.
“Al final del arcoíris” es una de esas obras que engalanan la cartelera porteña, donde las actuaciones y la música nos van calando hondo de a poco pero implacablemente, donde se nos va seduciendo como quien no quiere, terminándose de pie y aplaudiendo a rabiar a un elenco digno de Broadway.
Elsa Bragato